Disrupciones globales y sus efectos: un 2022 para la cautela y el optimismo futuro en Latinoamérica

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A pocos meses de iniciada la pandemia del COVID-19 en 2020, el mundo no tardó en darse cuenta de la enorme disrupción que la crisis sanitaria causaría en la economía mundial, con especial acento en sectores como la actividad logístico-portuaria, émbolo -hasta antes del surgimiento del Coronavirus- del bullente e interminable intercambio de mercancías entre los países.
Apenas iban diez semanas de brotes en distintos países del mundo, y ya la consultora Deloitte (entonces solo basada en los impactos del virus en China y Asia) anticipaba que la producción se vería afectada, trastornos en la cadena logística y un golpe en el sistema financiero. En junio de ese año, en tanto, el Banco Mundial en su informe “Perspectivas económicas mundiales” subió la apuesta y anunció “la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial”, asegurando además que desde 1870 tantas economías no experimentaban, en simultáneo, una caída tan relevante en el PIB.
LO QUE SE VIENE PARA LA REGIÓN

Este escenario de volatilidad y alta incertidumbre, por cierto, ha afectado la actividad económica en nuestra región. A fines de abril, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) corrigió las proyecciones de crecimiento promedio para los países del continente: un 1,8%, a raíz de la crisis sanitaria y el conflicto ucraniano, con las consecuencias inflacionarias y de vulnerabilidad financiera que implican.

Sin embargo, la incertidumbre no termina de capturar la agenda de inversiones a nivel latinoamericano, y al menos en materia logística-portuaria, varias inversiones claves continuarán su marcha durante este año y los siguientes, mejorando así la competitividad del continente frente a los desafíos que supondrá la futura recuperación de la actividad económica, a través del impulso en innovación, tecnología e infraestructura.

Por otra parte, los nuevos episodios de tensión en las cadenas de suministro -a partir del Gran Atasco en China y a los cierres en Rusia- también han hecho que Estados Unidos y Europa posen su mirada hacia países latinoamericanos como eventuales socios en un concepto que denominan “friend-shoring”, que es la coproducción de productos claves en una estrategia de diversificación de canales de producción y comercialización. Expertos citados por la BBC mencionan a países como Honduras, Guatemala y El Salvador como eventuales socios estratégicos en la producción textil, por ejemplo.

Cautela, paciencia y confianza, parece ser la receta para Latinoamérica durante un 2022 en que -tras la gran debacle de 2020 y asomos de recuperación el año pasado- este año vivirá un ciclo complejo, con una economía que globalmente crecerá menos, con mayores restricciones financieras y un aumento en el valor de los productos, como aseguró Daniel Titelman, director de la División de Desarrollo Económico de la CEPAL.

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